Las memorias de Hasfalae 1°

 Hallábase el hombre por la treintena de edad. Parecía mucho más joven y jovial, un párvulo que recién había ingresado a la universidad. El hombre, quien el mismo se hacía llamar Hasfalae, había llegado al mundo un viernes 20 de mayo de 1994. Desde siempre había sido un nostálgico empedernido, y ahora que rondaba la treintena de edad recordaba con entusiasmo sus amores atávicos, amores que fueron, amores que hubieran sido posible y que nunca serán. Recordó también la primera ves que amó con tanta pasión que su corazón exangüe quedó, y de cómo eso lo llevó a recorrer miles de kilómetros por años corriendo sin parar para olvidar a aquélla quien tan inicua alma fue para con él. -Un día- se dijo para sí mismo -Yo amé tanto y con tanta pasión que si no fuese por esa cruel mujer yo no hubiera corrido un maratón- Y así había sido. Una tarde-noche de 2012 sucedió que en su salón de clases vio a quien tanto amaba en brazos de quien otrora había sido su mejor amigo. Los dos parecían felices, dichosos de prodigarse amor el uno con el otro. Hasfalae sintió punzadas en su corazón, algo indecible que jamás antes había sentido: no podía respirar, le faltaba el aire, la cabeza le daba vueltas y vueltas. Decidió irse de la preparatoria cuánto antes, no hacer su examen que tenía que realizar. Salió a las calles atestadas de gente. Era una tarde lluviosa de finales de estío. Subió al camión para regresar a casa; y se sentó en un asiento y contempló por las ventanas la lluvia y las calles cubiertas de charcos de agua. Comenzó a llorar. Ideas monomaniáticas e infernales acudían a él con tal ímpetu y violencia que lo sumergían en una vorágine de locura irremediable. De pronto, y como si de una revelación se tratase; Hasfalae se reincorporo y dejó de llorar, se le ocurrió bajarse del camión, pese a que aún le faltaba mucho por llegar a su destino, ponerse a correr sin parar, bajo la lluvia fría, con zapatos, con su mochila a sus espaldas. Descendió del camión y corrió y corrió. Se dio cuenta entonces que al correr sentía paz, una tranquilidad indescriptible y sublime, todo pensamiento oscuro se difuminaba; la traición de esa mujer se olvidaba, sus problemas y su alma se hacía inexpugnable cuál si fuese las murallas de Constantinopla. Sin saberlo pues; se estaba forjando lo que sería en un futuro, y que el correr se transformaría no sólo para olvidar, sino en una pasión. Aquél Hasfalae de 2012 sin saberlo ya estaba imitando de forma inconsciente al que vendría  a ser su ídolo del atletismo, el gran Haile  Gebrselassie, quien un año después él conocería su historia por medio de investigación por internet.



Hasfalae comenzó a correr y olvidar a esa mujer, a quien posteriormente le agradeció el haberle engañado, por que si no hubiese sido por ella el no conocería el atletismo...


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